Había una vez un Espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.
(Tomado de La oveja negra y demás fábulas, México, Era, 1969.)
miércoles, octubre 29
Augusto Monterroso grositoo
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